Help

jakob-lorber.cc

Capítulo 4 Cartas de Jesús

Cuarta carta de Abgaro a Jesús escrita a las siete semanas después de la tercera.

1. Abgaro, un pequeño príncipe de Edessa, a Jesús, el buen Salvador de toda salvación, que ha aparecido en los alrededores de Jerusalén, y que es ahora perseguido de una punta a otra del país por los necios y ciegos judíos que no reconocen la Luz Santa Original, el Sol de los soles en medio de ellos.

2. ¡Oh, mi buen Salvador Jesús!, en verdad le ha sucedido a mi querido hijo lo que Tú, oh Señor, me habías predicho en la segunda carta. Murió hace unos días, y en su lecho de muerte me suplicó aún encarecidamente, con lágrimas en los ojos, que te expresara en este escrito su más profundo agradecimiento por el hecho de haberle dejado partir clementemente, sin dolor alguno y sin temer la muerte del cuerpo.

3. Miles de veces apretó Tu imagen contra su corazón. Sus últimas palabras fueron: “¡Oh Tú, mi buen Padre Jesús!, ¡Oh Jesús, Amor eterno, solo Tú eres la verdadera Vida desde toda la eternidad! Tú, que ahora caminas como hijo del hombre en medio de aquellos que Tu Omnipotencia llamó a la existencia, dándoles forma y vida. — ¡Sí, solo Tú eres mi amor eterno! — ¡Yo vivo, vivo, vivo por Ti, — en Ti — eternamente!.”

4. Después de haber pronunciado estas palabras, mi querido hijo expiró. Tú, oh Señor, debes bien saber que así fue el fin terrestre de mi hijo y que yo y mi casa lo hemos llorado mucho. Sin embargo te lo escribo como un hombre a otro hombre, porque mi hijo agonizante lo había deseado ansiosamente antes de su fin terrenal.

5. ¡Oh Señor!, perdóname, pobre pecador ante Ti, si te importuno por medio de una cuarta carta causándote quizás algún incomodo en Tu santísimo e importantísimo negocio.

6. Finalmente tengo aún la osadía de adjuntar a esta carta el ruego de que no me prives de Tu consuelo. Pues después de la partida de mi hijo, una gran tristeza se ha apoderado de mí, la cual no puedo superar ni con la mejor y más firme voluntad. Por lo tanto te ruego, buen Salvador, Tú el mejor Padre desde la eternidad, que quieras librarme de este gran dolor. Pero que se haga, no mi voluntad, sino la Tuya santísima.

Capítulo 4 Vista móvil Aviso legal