Capítulo 2
![]() ![]() | Obispo Martín |
1. Tras algunas horas de una terca inmovilidad sin que ocurriera nada, el tiempo se le estaba haciendo desesperadamente largo a Martín (pues en la esfera natural del reino de los espíritus también hay una noción del tiempo). Así que empezó a hablar de nuevo consigo mismo: 2. «Cosa extraña: ya hace media eternidad que me encuentro en el mismo lugar y todo sigue siendo lo mismo. Ni un pelo de mi cabeza, ni mi palio, ¡nada se ha movido! ¿En qué acabará esto? 3. ¿Tal vez estoy condenado a quedarme aquí para siempre? No, eso no puede ser porque entonces esto tendría que ser ya el infierno y no es posible porque no veo el terrible reloj infernal con su péndulo horroroso que con cada una de cuyas oscilaciones gime: “¡Siempre!”, ¡vaya, horror!, y luego: “¡jamás!”, ¡ay, aún mayor horror! 4. ¡Alabado sea Dios que por ninguna parte veo ese fatal símbolo de la eternidad! ¿Y si aparece después del día del juicio? ¿Quién sabe si pronto se manifestará la señal del Hijo del hombre en el firmamento? ¿Pero cuántos millones de años llevo ya aquí quieto? ¿Y cuántos me quedarán todavía hasta el día del horripilante juicio final ? 5. ¡Qué cosa más curiosa!: en la Tierra no se ve nada que pudiera relacionarse con una próxima llegada del juicio final. ¡Pero aquí en el mundo de los espíritus todo es aún mucho más inexpresivo! Si no tuviera una fe tan inquebrantable casi empezaría a dudar de que un día pueda haber un juicio final... y también de la autenticidad de todo el evangelio... 6. ¿No es extraño que todos los profetas que aparecen en él coincidan sorprendentemente con las contestaciones del oráculo de Delfos? Con una oportuna interpretación, tanto los profetas como las contestaciones del oráculo pueden aplicarse a todo, sin que nadie pueda decir a qué hechos se refieren realmente; ¡de modo que los profetas y los oráculos sirven tanto para un remiendo como para un zurcido! Y también el espíritu santo que nos dicen que se encuentra oculto en el evangelio tiene que ser un pájaro bastante raro porque después de la antigua época de los apóstoles ya no se presentó por ninguna parte; salvo en los necios cerebros de algunos fanáticos protestantes y heréticos, al son de las Mil y una Noches. 7. Todavía me queda una fe firmísima. Sin embargo, si realmente continuará así de firme en las actuales circunstancias, eso ya no lo puedo garantizar. 8. También eso de María tan sumamente glorificada por mi iglesia, y toda la santa letanía, todo eso me parece un poco dudoso... Si hubiera algo de verdad en María, ya hace tiempo que habría venido a atenderme, pues desde mi defunción hasta ahora deben haber pasado ya unos cuantos millones de años terrenales según mi cálculo del tiempo. Pero no puedo descubrir el menor rastro ni de la madre de Dios, ni de su Hijo, ni tampoco de santo otro ninguno. ¡Menudos salvadores para gente en apuros, mejores no se podrían pedir! 9. Si no tuviera una fe tan inquebrantable hace rato que ya no estaría en este rincón tan aburrido... ¡Es mi estúpida fe la que me ata aquí! ¡Pero no durante mucho! No pienso quedarme algunos millones de años más, acurrucado como un bandido, sin conseguir después de tanto tiempo ni más ni menos que antes. ¡Buen payaso sería! ¿Acaso no basta con que en la Tierra haya hecho el gracioso inútilmente? ¡Bien pronto acabaré con esta comedia tan aburrida!
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Capítulo 2
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