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Introducción El Gobierno de Dios, Libro 1

2. Al que lee esta obra con la fe de un corazón humilde, le resultará de una gran bendición... y no le pasará desapercibido Quién es el verdadero autor. Para la casta intelectual de todos modos resulta lo mismo si lee a un Daniel, un Sir Walter Scott, un Rousseau o un Hegel, porque el intelecto mundano comprende todo de la manera mundana, mientras que a una revelación más sublime la considera como una fantasmagoría hueca de gente inculta que, por sus mistificaciones, quiere inventar algo para adquirir un renombre.

3. ¡Que con esto nadie se deje engañar! ¡Cuántas veces ya se ha sospechado de los cuatro Evangelios! ¿Pero por esto, acaso, representan menos en los corazones de los verdaderos confesores de Dios? A Mí (el Señor y Dador de la Vida y de toda Dádiva que de ella surge) ya en mi cualidad de ser humano los sabios del mundo me declararon como un hipnotizador y estafador, o un personaje de fábulas, ¡y continúan haciéndolo aún hoy en día! Aun así hay millones de los que no se dejan equivocar. Ellos, los que no se limitan a oír mi Palabra sino que la ponen en práctica, en su corazón sencillo reconocen que Jesús de Nazaret es más de lo que los sabios del mundo aceptan. Al profundizar en esta obra, que nadie se atenga al juicio mundano que sólo ensalza aquello que es afín al mundo, sino que se atenga únicamente a la voz de su corazón sencillo. Porque los sencillos darán a cada uno un juicio correcto ante los ojos del buen Dador. Ahí el intelecto de los sabios mundanos encontrará aún muchas ocasiones para meter la pata; suerte, si no fracasa del todo.

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