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Capítulo 14 El Gobierno de Dios, Libro 1

1. Enseguida Abel se puso de rodillas, compenetrado de suma alegría por tanta Gracia de lo Alto, y dijo: «¡Oh gran Padre querido, sumamente santo y bueno, ve a tu siervo insignificante, aquí ante Ti en el polvo y consciente de su profunda indignidad!... Y ve como desde su profunda bajeza te mira a Ti, el Todopoderoso lleno de Misericordia, en tu suma altura... Oye al hijo que implora tu Gracia por sus padres débiles y por todos sus hermanos y hermanas... Y no me prives de tu Fuerza, este gran regalo que emana de Ti... ¡Consiente en que esta tu gran Fuerza se derrame sobre ellos para el perdón del pecado y la recuperación de la Vida que emana de Ti!

2. Ten Misericordia y cambia esta región conforme a tu parecer, para que se vuelva fértil y los débiles encuentren alimento suficiente y una fuente de agua fresca para calmar su sed... y haz que vengan animales útiles que les puedan servir, obedeciendo a su voluntad.

3. Oh, Padre santo sumamente bueno, ¡atiende mis ruegos, para que tu santo nombre sea glorificado en los corazones de los tuyos profundamente arrepentidos!».

4. Y ahora fíjate lo que ocurrió después de que Abel hubiera terminado su oración que era muy de mi agrado: Hubo un aire refrescante que pasó por el desierto impasible, y nubes claras se formaron por todo el cielo –– y empezó a llover en todo el desierto. Con la misma lluvia cayeron semillas de toda clase en los pequeños surcos formados por la lluvia, y al cabo de un rato todo el desierto se había vuelto verde. Hubo hierbas, plantas, zarzas y árboles de gran variedad. Y el lugar donde el devoto Abel, de rodillas, me había rezado en el espíritu y en la Verdad, surgió un árbol gigantesco con ramas extendidas y hojas muy anchas, lleno de frutos deliciosos. Su nombre era “Bahahania” que quiere decir “confortación para los débiles”, hoy en día conocido por el árbol del pan.

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