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Capítulo 14 El Gobierno de Dios, Libro 1

La comprensión y el arrepentimiento de Adán

12. Ved, todo lo que perdí, también vosotros lo perdisteis por mi culpa –– menos uno, al cual no merezco llamarle hijo mío... El cual continúa en la plenitud de la Gracia y en la de la Bendición y el que ante los ojos omnividentes del Padre, ante su Amor y su Espíritu continúa puro y justo, en todo Poder y Fuerza.

13. Y éste es mi querido Abel al que el Señor tan sumamente justo también nos ha quitado, dado que ya no le veo por ninguna parte... y esto seguramente será para que todos nosotros nos volvamos conscientes de lo que significa el haber caído de la Gracia del eterno Amor a la Justicia severa del Señor –– por el pecado de la desobediencia despreocupada con sus Leyes del Amor tan sumamente suaves y los Mandamientos de la Gracia tan fáciles.

14. Hijos, todo lo que acabo de deciros, ¡tenedlo siempre en cuenta! Comprobad en vosotros mismos cómo están las cosas... comprobad si os he dicho la verdad o no... y comprobad si deberíamos continuar profundamente arrepentidos o, acaso, encontrar algo que pudiera alegrar nuestros corazones.

15. Hijos, os digo: no hay más que un solo regalo que la gran Gracia del eterno Amor del Padre santo nos ha dejado. Y de este regalo nos deberíamos alegrar: la Gracia grande del arrepentimiento y de las lágrimas mismas...

16. Ved, esto es lo único que el Señor nos ha dejado: las lágrimas del arrepentimiento y las de la tristeza... Por ellas, ¡démosle las gracias desde la profundidad de nuestros corazones!

17. Aún podemos considerarnos afortunados por haber recibido tanta Gracia del Señor. ¿Qué sería de nosotros sin ella?

18. Por este motivo, conscientes de nuestra gran vileza, ¡echémonos en la tierra para llorar desconsolados hasta que ya no haya lágrimas en nuestros ojos... hasta que hayamos devuelto al Señor lo que es suyo y que no merecemos!... Y que luego proceda con nosotros conforme a su santa Justicia, según su Voluntad desde la eternidad».

19. Acto seguido Adán se echó al suelo, junto con todos los suyos, y actuó conforme había percibido mediante los pocos residuos de la Gracia que le habían quedado, llevado por la secreta intuición del eterno Amor del Padre. De modo que todos lloraron amargamente, menos Caín. Él también se había echado al suelo, como los demás, pero sus ojos no derramaron lágrimas y esto le fastidió. Por esto se levantó y se fue. Caminando, con la vista en dirección al suelo verde, de repente vio una serpiente. Lleno de rabia la cogió, la descuartizó y se la comió, con lo que la carne de la serpiente se volvió carne de él.

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