3. Oh, Padre santo sumamente bueno, ¡atiende mis ruegos, para que tu santo nombre sea glorificado en los corazones de los tuyos profundamente arrepentidos!». 4. Y ahora fíjate lo que ocurrió después de que Abel hubiera terminado su oración que era muy de mi agrado: Hubo un aire refrescante que pasó por el desierto impasible, y nubes claras se formaron por todo el cielo –– y empezó a llover en todo el desierto. Con la misma lluvia cayeron semillas de toda clase en los pequeños surcos formados por la lluvia, y al cabo de un rato todo el desierto se había vuelto verde. Hubo hierbas, plantas, zarzas y árboles de gran variedad. Y el lugar donde el devoto Abel, de rodillas, me había rezado en el espíritu y en la Verdad, surgió un árbol gigantesco con ramas extendidas y hojas muy anchas, lleno de frutos deliciosos. Su nombre era “Bahahania” que quiere decir “confortación para los débiles”, hoy en día conocido por el árbol del pan.
|