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Capítulo 14 El Gobierno de Dios, Libro 1

9. «Hijos, ¡no deis gritos de júbilo antes de la hora debida, porque nos corresponde llorar y arrepentirnos por nuestra gran culpa y debemos de tener en cuenta lo que por ella hemos perdido! El paraíso terrenal con todos su patrimonio no tiene importancia alguna. Vosotros veis tanto como yo que el Señor en su Misericordia ilimitada nos ha devuelto tanto que con ello ––ante estas nuevas riquezas de su gran Amor que nuestra vista no abarca–– fácilmente podemos olvidar la pérdida de los bienes exuberantes del paraíso terrenal. Pero ahora observad a los animales que acuden ––los del aire y los de la tierra firme–– y fijaos en las plantas, en los árboles y en el viento que pasa por su follaje... Y ahora preguntad a todos y escuchad, a ver si por alguna parte os llega una respuesta.

10. Yo por lo menos lo hice, nada más despertarme, pero me tenía que convencer de que todas cosas se habían vuelto mudas y ellas tampoco comprendían lo que les decía yo. El gorjeo de los pájaros, el gimoteo de los animales, el borboteo de la fuente y todos los ruidos que produce la flora, enseguida los percibí, ¡pero menudo susto al quedarme claro que ya no comprendía nada de lo que ellos me decían!

11. No es que me haya asustado por no poder tener ya esta comunicación... pero lo que sí me ha asustado profundamente ha sido la pérdida incomparablemente mayor de la Gracia del Padre santo de toda criatura...

12. Ved, todo lo que perdí, también vosotros lo perdisteis por mi culpa –– menos uno, al cual no merezco llamarle hijo mío... El cual continúa en la plenitud de la Gracia y en la de la Bendición y el que ante los ojos omnividentes del Padre, ante su Amor y su Espíritu continúa puro y justo, en todo Poder y Fuerza.

13. Y éste es mi querido Abel al que el Señor tan sumamente justo también nos ha quitado, dado que ya no le veo por ninguna parte... y esto seguramente será para que todos nosotros nos volvamos conscientes de lo que significa el haber caído de la Gracia del eterno Amor a la Justicia severa del Señor –– por el pecado de la desobediencia despreocupada con sus Leyes del Amor tan sumamente suaves y los Mandamientos de la Gracia tan fáciles.

14. Hijos, todo lo que acabo de deciros, ¡tenedlo siempre en cuenta! Comprobad en vosotros mismos cómo están las cosas... comprobad si os he dicho la verdad o no... y comprobad si deberíamos continuar profundamente arrepentidos o, acaso, encontrar algo que pudiera alegrar nuestros corazones.

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