Ve, ¡no merezco la existencia! ¡Por esto aniquílame desde mis raíces, eternamente, para que no exista y para que de esta manera, junto conmigo, también mi gran culpa sea abolida por el bien de todos los descendientes benditos de Adán y Eva!». – El Gobierno de Dios, Libro 1, Capítulo 15, Párrafo 12
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