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Capítulo 18 El Gobierno de Dios, Libro 1

Las ofrendas de Caín y de Abel

1. Acto seguido el ángel se acercó a Abel y le besó fraternalmente. Y a todos, sobre todo a Caín, les aconsejó la obediencia estricta para que algún día pudieran alcanzar la plena libertad, la Fuerza y Potencia que resultan de ella ––lo cual es el gran Poder de la Gracia que resulta de la Misericordia del Amor–– y para que, en su interior, pueda convertir a la serpiente en la imagen del Amor... y de esta manera producir frutos de Bendición y jamás ya de la ira de la Divinidad.

2. Y ahora, mi escribiente todavía ignorante y perezoso, oye atentamente lo que después sucedió: Todos se pusieron a cumplir con lo que mi gran Amor les había mandado, y así vivieron en un buen orden durante diez años.

3. Pero una vez hubo un día con mucho calor y el Sol quemaba más que nunca las cabezas de los hijos y el cuerpo de Caín, de modo que este se puso de mal humor y maldijo al Sol. Pero los hijos de la Bendición tenían paciencia y se lavaron con agua fresca que los fortificó y bebieron del agua que les apagó la sed. Y alabaron a Dios por la gran Gracia de haberles dejado la fuente para tiempos de pruebas duras mandados por su eterno Amor.

4. Y mira, no muy lejos de la choza que Caín se había construido de las ramas de los árboles y cubierto con la paja del trigo, había un río caudaloso que Yo había hecho surgir desde la profundidad de las montañas que se encuentran en medio del gran país “Ahalas” que quiere decir “cuna de los hijos de los débiles y los descendientes de Adán” (el continente que hoy en día llamáis Africa).

5. Pero Caín que no quería servirse del agua y se volvió perezoso y apático por el gran calor que hacía, ni se dirigió a Mí por pedirme consejo y menos aún a su hermano Abel.

6. A eso llegó el día del Señor –– de modo que también la hora de los sacrificios. Y Caín, perezoso por el gran calor, cogió diez gavillas en las cuales ya no había granos porque las llenas le pesaban demasiado para llevarlas hasta el altar y, además, sentía el desperdicio de los frutos que en el altar se quemarían inútilmente... porque de ellos habría podido preparar tres veces pan para él... De modo que se volvió malo, puso las gavillas vacías en el altar y las encendió. Pero el humo no subió sino que bajó al suelo, con lo que Caín, en su corazón, se enfadó aún más.

7. Al mismo tiempo Abel encendió su sacrificio ante los ojos del Señor y dijo penetrado de gratitud: «Santo Padre, que con el gran ojo de tu Sol nos estás mirando benignamente con toda la Fuerza de tu Amor ardiente... aunque este calor de tu Amor inconmensurable para con nosotros ––que somos pecadores–– queme nuestra piel, ¡tanto más fervorosamente late mi corazón para Ti!

8. Hubo una vez una temporada en la que la Tierra ardía en tu ira, oh Jehová, ¡pero ahora arde el Amor que surge de Ti, oh santo Padre!

9. ¡Qué dulzura, el poder sentir cómo arde este Fuego puro de la Vida que surge de Ti!... ¡Es una escuela preparatoria sagrada que tiene que prepararme para que en lo venidero sea apto para recibir la Vida más pura de Ti! ¡Qué Bondad debe ser la Tuya, oh Padre santo, para que aquí ya en esta Tierra nos dejes experimentar la grandeza inconmensurable de tu gran Gracia!

10. *** Translation missing ***

11. Este fuego que acabo de encender para Ti a base de mi pobre amor, ¡qué frío y oscuro resulta en comparación con el Tuyo que irradia sobre nosotros indignos desde tu Sol tan lejano que no es sino una gota del mar inconmensurable de tu Misericordia ilimitada!

12. Por esto, acepta mi pequeño sacrificio en el nombre de todos nosotros, como muestra de nuestro amor para contigo que Tú estás recalentando, y manténnos siempre en el Amor ardiente que ahora nos haces llegar desde tu Sol. ¡Amén!».

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