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Capítulo 21 El Gobierno de Dios, Libro 1

El convenio del Señor con Caín

1. A eso el gran miedo de Caín empezó a calmarse. La nube desapareció y él fue para buscar alimento para los suyos, llorando lágrimas de arrepentimiento de lo mucho que se había alejado del paraíso, consciente de haber perdido el Amor del Señor que le había expulsado entregándole a las manos de Justicia severa, con lo que se encontraba ante el umbral del juicio de Dios. Absorto en sus reflexiones, sus lágrimas de arrepentimiento aumentaron y, cada vez más, se volvió consciente de las dimensiones de su culpa ante Dios; y al mismo tiempo caviló si no pudiese haber la menor esperanza para alcanzar la más mínima parte del Amor.

2. Y continuó cavilando. A eso llegó con los suyos a una zarza llena de moras, y como todos tenían hambre, en seguida quisieron saquearla con gran entusiasmo.

3. Pero en ese mismo instante Caín tuvo una ocurrencia sabia y dijo a los suyos: «Mujer e hijos míos, ¡reteneos y no toquéis estos frutos abundantes, porque aún no sabemos si incuban la vida o la muerte! Por lo tanto, echémonos al suelo para reconocer nuestra gran culpa ante Dios y, en el polvo de nuestra nulidad, ¡roguémosle que nos bendiga este fruto! Y si lo hace por su gran Clemencia, antes aún tendremos que darle las gracias... y sólo después, con gran respeto, podremos alimentarnos con ellos sobriamente».

4. Ante esta advertencia todos dieron algunos pasos hacia atrás e hicieron caso a la voluntad y la buena comprensión de Caín que, llorando, recitó: «Oh, santo Dios sumamente justo, míranos con indulgencia a nosotros que en el polvo de nuestra nulidad somos unos gusanos ante Ti y que por su gran culpa no se atreven ni a levantar la vista hacia Ti... Acuérdate de nuestra debilidad y no permitas que nosotros, que somos unos pobres pecadores arrepentidos, perezcamos...

5. Esta zarza de aquí, de delante de nosotros parece tener unos frutos buenos, pero no nos atrevemos a probarlos porque por nuestra gran maldad nos hemos vuelto ciegos y ya no podemos ver si incuban la vida o la muerte.

6. Por este motivo te rogamos que nos indiques de qué índole es este fruto, para que luego podamos pedirte que le quites el veneno de la serpiente y que, en cambió, le dejes caer una pequeña gota de tu Bendición, para que comiéndolo no perezcamos. Oh Señor, ¡atiende nuestros pobres ruegos!».

7. A eso se acercó una nube encendida desde las montañas, se detuvo encima del zarzal y, acompañado de un fuerte trueno, cayó un poderoso rayo en él. Enseguida salió silbando una serpiente muy grande que, con sus fauces abiertas, se dirigió hacia Caín que se asustó profundamente. Pero los rayos continuaron persiguiéndola, de modo que tuvo que huir a toda prisa hacia las arenas ardientes del extenso desierto. Una vez que la serpiente se hubo perdido de vista, Caín dio silenciosamente las gracias a Dios por la salvación de este gran peligro.

8. Entonces, desde la nube encendida, empezaron a caer unas gruesas gotas sobre el zarzal, de manera que también todo lo del alrededor quedó humedecido.

9. Viendo la gran Generosidad del Señor, de nuevo Caín cayó al suelo y, con lo suyos, le agradeció con todo fervor del corazón: «Oh, Señor, ya que tu Justicia es tan grande e insondable, ¡qué de grande tiene que ser tu Amor, dado que te acuerdas incluso del mayor pecador concediéndole tu Gracia! –– Oh, eterno Amor, ¡qué inmensa debe ser la malicia que jamás podría subestimarte!».

10. A eso desde la nube que todavía chorreaba gotas de Bendición se hizo oír una voz: «¡Oye, Caín! –– He convertido mi Justicia en Amor... Pero en adelante este Amor se derramará únicamente sobre aquellos que no lo busquen en su estado de miseria o aflicción sino en su bienestar y su gran libertad...

11. Mira, te voy a dar un término de dos mil años, y durante este plazo a nadie ya le alcanzará mi Justicia; sino que voy a preparar con ella un gran recipiente y ponerlo por encima de las estrellas... Y con mi Amor voy a preparar un segundo recipiente y lo pondré debajo del suelo de la Tierra... Y lo que entonces haréis será cosa vuestra... Si hacéis el mal, entonces vuestras acciones llenarán el recipiente de la Justicia; y en cuanto este esté lleno, reventará por todas partes y su contenido se precipitará sobre los autores del mal, con lo que su peso los aplastará a todos. Y si el recipiente del Amor debajo del suelo queda vacío, entonces servirá para acoger a los muertos para un suplicio extenso, pero purificador. Aquellos que permitan ser sometidos a este proceso de purificación, serán expatriados a las estrellas donde les espera una larga lucha. Pero aquellos que por su maldad interior se endurezcan, en lo venidero serán echados al fondo de este recipiente donde bajo la ira de Dios habrá un llanto y crujir de dientes eterno.

12. Ahora acudid al zarzal que está chorreando Bendición, y comed para saciar vuestra hambre –– pero siempre considerando de Quién viene esta dádiva.

13. Extendeos en las llanuras de la tierra baja, pero que nadie se atreva a poner el pie en las montañas porque son sagradas y reservadas para mis hijos. Aquel de vosotros que jamás ose ignorar este mandamiento, se volverá víctima de los animales salvajes que allí viven, porque hay osos, lobos, hienas, leones, tigres y también serpientes; y lo mismo les pasaría también a vuestros animales mansos que tendréis.

14. Sólo si alguno de vosotros se volviera sumamente devoto, y pasara la prueba de fuego de mi Amor, a él el acceso le sería permitido, incluso para entrar en las entrañas de las montañas para recoger minerales y hierro para preparar herramientas, tal como vuestras necesidades os enseñaran.

15. Y ahora comed. Fecundaos y reproducíos, y rechazad el semen de la serpiente mediante vuestro temor justo. Yo, que soy Dios el Eterno, el Justo y el Santo, ¡amén!».

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