A tus amigos y hermanos, diles con todo amor: Yo, su Padre amoroso, ya tengo los brazos abiertos para ir al encuentro de ellos y estrecharlos a todos contra mi pecho, eternamente. Que ya no se aparten de Mí, sino que continuamente miren mi semblante, y mi mirada les comunicará cuánto los amo y las buenas intenciones que tengo con ellos. – El Gobierno de Dios, Libro 1, Capítulo 3, Párrafo 8
|