Capítulo 4 | El Gobierno de Dios, Libro 1 |
La verdadera Iglesia 10. Porque mira, ¡Yo soy el Señor sobre todo lo que existe! Yo soy Dios, el Eterno y el Poderoso, y como tal también soy vuestro Padre santo, lleno de Amor. Todo esto lo soy en la Palabra... La Palabra está en el Hijo, y el Hijo está en el Amor... El Amor está en la Ley, y la Ley os ha sido dada... Si la tenéis en cuenta y actuáis conforme a ella, entonces ya la habéis asimilado. Y sólo entonces vuestro interior se vuelve vivo, os alza y os libera, con lo que ya no estaréis debajo la Ley sino encima de ella –– en la Gracia y en la Luz que son mi Sabiduría. 11. He aquí la bienaventuranza, o sea, el Reino de Dios en vosotros, o sea, la única Iglesia dispensadora de bienaventuranza en la Tierra fuera de la cual no existe la Vida eterna. 12. ¿No os imaginaréis, acaso, que Yo habito entre muros, entre ceremonias, entre oraciones o veneración? –– ¡Nada de eso! –– Yo no me encuentro sino allí donde está el amor, porque Yo soy el Amor mismo y la Vida misma. Yo os doy Amor y Vida y me junto únicamente con el amor y la vida, pero nunca con la materia o la muerte... 13. Por esto superé la muerte e hice que la Divinidad me estuviera sometida, para Yo tener el Poder sobre todo lo que existe y para que mi Amor reine eternamente y vivifique a todo aquel que le es súbdito. 14. Ante el hecho que Yo soy la Vida misma, ¿cómo vais a imaginaros que Yo os iba a esperar en el ámbito de la muerte? Por esto, ante todo, dirigíos a la verdadera Iglesia en la que mora la Vida –– y sólo después a la muerta ¡para que también ésta, por vosotros, se vuelva viva del todo! |
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