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Capítulo 123 El Gran Evangelio de Juan, Libro 3

La sabiduría de Yara

1. «¡Oh, pequeña Yara!», exclamó Matael. «¡Nunca hubiera pensado que tal sabiduría habitase en ti! Muy bien entonces, mi queridísima niña de Genesaret. Pero ahora me gustaría oír de ti cómo rezas».

2. «Con todos mis pensamientos y sentimientos me pongo en la profundidad más honda de mi corazón», contestó ella, «en el que se encuentra el amor para con Dios. Con esto, este santo amor recibe alimento como si pusieras leña seca y fácilmente inflamable sobre unas brasas calmadas sin llama.

3. La leña pronto va a avivar el fuego casi extinguido de modo que se originen llamitas pequeñas; estas pronto prenderán la leña y luego todo va a pasar a llamas vivas y luminosas. De esta manera también se hace todo Luz y calor en mi corazón. Entonces es cuando habla el espíritu de naturaleza divina que se despertó en mi corazón:

4. “¡Oh Tú, mi santo Padre que estás en los Cielos! ¡Santificado sea tu Nombre! ¡Tu Amor paternal venga a nosotros pobres pecadores! ¡Hágase tu santa Voluntad aquí en esta Tierra como en todos tus Cielos! Si hemos pecado contra tu santo Orden eterno, perdónanos tal insensatez y ten paciencia e indulgencia con nosotros, como también nosotros tenemos paciencia e indulgencia con aquellos que han pecado contra nosotros. ¡No permitas que nosotros, en nuestra debilidad humana, seamos tentados por el mundo y el diablo más allá de nuestras fuerzas! Con tu Gracia, Amor y Misericordia líbranos de todos los males que pudiesen turbar nuestro amor para contigo, oh, santo Padre amado. Más siempre que tengamos hambre y sed, espiritual y físicamente, danos según tu mejor parecer lo que necesitemos cada día. ¡Únicamente para Ti todo mi amor, toda la honra y toda la alabanza para toda la eternidad!”.

5. Esto es para mí orar; sin embargo, esta oración no vale nada delante de Dios si no ha sido avivado antes en la profundidad del corazón el amor para con Dios, según el modo mencionado, ardiendo en llamas luminosas mediante la unificación de todos los pensamientos y sentimientos en el centro divino del corazón. Si falta esta condición previa, cualquier oración por bonita que sea es un horror ante Dios y no será escuchada.

6. Porque Dios en Sí es Espíritu y por eso debe ser adorado en el espíritu del amor y en la clara Luz de la Verdad. — ¿Entiendes ahora lo que significa en verdad orar, según lo siento y entiendo yo?»

7. «¡Oh, tú, maravillosa niña!», respondió Matael. «¿Quién hubiera pensado que hay una sabiduría tan profunda en ti? Efectivamente, incluso yo podría ser tu discípulo y no me avergüenza confesarlo abiertamente. Ahora sí, comprendo tu cariño y fidelidad invencible al Señor y viceversa, como dicen los romanos. Tú habrás sido despertada por el Señor en muy poco tiempo, como yo, ¿es cierto?».

8. «Quien ama a Dios, el Señor, sobre todas las cosas», respondió Yara, «pronto será despertado. Pero quien le busca con el intelecto para amarle después de haberle hallado de este modo, se ha tomado un gran trabajo vano e inútil con el cual nunca logrará en este mundo su fin deseado. Por consiguiente, tú has alcanzado tan rápidamente la Luz intensa de la Gracia de Dios, porque en el centro de tu alma debe haber habido grandes llamas de amor, a pesar de que tu cuerpo estuvo poseído por los malos espíritus del infierno durante mucho tiempo».

9. «Sí, niña divina», asintió Matael, «en eso debes tener razón. Yo amaba a Dios sobre todas las cosas desde mi infancia, por lo que mis padres me consagraron al servicio del Templo, pero donde mi cuerpo fue realmente convertido en una verdadera máquina del infierno, mientras que mi alma se mantenía en lo que fue desde sus orígenes. Pero no quiero seguir hablando de esto, porque no me gusta recordarlo. — Ahora dime, tú, mi amada Elena, ¿cómo te gusta esta sabia niña? ¿No es asombroso ver qué sabiduría ha alcanzado?».

10. «¿Quiénes son sus padres y dónde están?», preguntó Elena.

11. «Bueno, bueno, todo esto ya se sabe», dijo Matael, «tú misma has conocido aquí a Ebalo, su padre, el hostelero de Genesaret, quien habló con vosotros abajo en vuestras tres tiendas. ¿Lo has olvidado ya? Más bien, dime: ¿te gusta la sabiduría notable de esta muchacha? ¿No tienes el deseo fervoroso como yo de ser tan sabio como esta maravillosa pequeña? Es cierto que yo ya sé mucho, pero esta niña sabe mucho más. Tengo la sensación de que ella alberga en su cándido pecho muchas cosas de las que nosotros no tenemos idea alguna.— Sin embargo, parece que Rafael no goza de buena reputación frente a ella. Elena, mi amada esposa, ¿qué piensas tú de todo esto?».

12. Elena, en vez de estar alegre, respondió con bastante melancolía: «Oh, mi Matael, tu pobre Elena no llegará nunca a tanto. Parece que el Corazón del Todopoderoso se ha metido dentro del corazón de la muchacha, porque la experiencia en la esfera de la Vida divina interior del hombre, como la tiene ella, solamente puede provenir de la boca del Creador mismo. Por eso se entiende fácilmente por qué no estima mucho al ángel, porque ella se iguala totalmente al nivel de su sabiduría. Naturalmente no hay duda de que el ángel posee un poder y una fuerza infinitos provenientes del Señor. Sin embargo, dudo mucho de que su sabiduría por amor al Señor sea mayor que la de la niña.

13. Me gustaría entablar una conversación con ella, si no tuviese tanto respeto ante su sabiduría. Pues, alguna palabra tonta que digamos personas como nosotros, ella nos la corregiría inmediatamente de una manera que ya no nos atreveríamos a pronunciar palabra alguna durante toda la vida.

14. Si la muchacha fuese pobre, me gustaría regalarle todos los tesoros que llevo conmigo. Pero juzgando por su preciosa vestimenta, debe ser hija de padres acaudalados y un regalo por mi parte no tendrá buena aceptación, especialmente teniendo en cuenta la profundidad de su enorme sabiduría por la cual de todas formas despreciará todo lujo mundano más que nosotros y particularmente yo mismo que no llego ni mucho menos a su altura.

15. Le tengo a la muchacha muchísimo cariño. Sin embargo, en su cercanía me siento asustada y temerosa.

16. No obstante, le estoy sumamente agradecida por la explicación de cómo se debe orar a Dios para que le agrade. Pero ¿cómo le puedo demostrar mi agradecimiento a esta niña?».

17. Yara que había conversado entretanto con Rafael, dijo: «Estimadísima reina, ámame como yo te amo a ti, — no hace falta más. Lo que significan para mi los tesoros del mundo, lo sabes de por sí y lo has expresado antes muy acertadamente. Si fuese preciso obsequiarnos mutuamente con los burdos tesoros materiales, seguramente yo te podría ofrecer unos más grandes que tú a mí. Pero ¿qué significa toda la pompa del mundo en comparación con una sola chispa del verdadero amor vivo para con Dios en nuestro corazón? Amiga, esta joya la debemos conservar y cuidar dentro de nosotros para que no nos sea enajenada. Si la poseemos siempre en mayor magnificencia, en su pureza así como en intensidad vital, entonces poseeremos más de lo que puede caber en todos los Cielos. — ¿Comprendes esto?».

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