29. ¡Pero yo, Pablo, un apóstol del Señor, y elegido por Dios, y que muy bien estoy lleno del Espíritu Santo; ¿cómo es que el Espíritu de Dios nunca me ha indicado hacer tales cosas a pesar de que fui, antes de mi llamado, un sirviente y esclavo del templo mucho más bribón que lo que vosotros jamás fuisteis?! 30. Pero ahora quiero deciros: ¡Cuando el Espíritu de Dios me despertó durante mi viaje a Damasco para perseguir a la joven comunidad de Cristo, lo primero que observé, incluso durante mi ceguera, fue que el Señor quiere ser honrado y adorado en Espíritu y en Verdad, pero nunca en una ceremonia!
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