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Capítulo 1 Carta a Laodicea

44. ¡Oh, necios ciegos de toda necedad! Habéis sido liberados en Cristo — ¿y ahora queréis ser nuevamente esclavos y siervos del pecado, del juicio y de la muerte? — ¡¿Acaso no habéis oído que maldito es quien es crucificado en la cruz?!

45. Pero Cristo ha tomado sobre Sí vuestra vergüenza, vuestra ignominia, vuestro pecado, vuestra condena y vuestra muerte y se dejó crucificar en la cruz para vuestra salvación como si fuera un maldito, con el fin de procuraros a todos vosotros la libertad plena ante Dios, y para que podáis caminar en honra, Él cargó toda vuestra vergüenza e ignominia y, junto a Él, la llevó a la cruz.

46. ¡Oh, ¿qué es lo que os ha confundido a vosotros que habéis sido vivificados en Cristo, para que ahora de nuevo queráis entregaros a la muerte?!

47. Ahora ¿con qué debo compararos, algo que os acierte como la flecha al blanco en un buen disparo? — ¡Sí, vosotros sois como una meretriz ardiente que vive en la ciudad y es, sin embargo, hija de una buena casa.

48. ¡Escuchadme bien y grabadlo detrás de las orejas! ¡¿De qué le sirve a la meretriz su buena ascendencia, si su carne es más lujuriosa que la grasa de un chivo expiatorio bien cebado?!

49. ¿No correrá ella dentro de su habitación de un lado a otro, impulsado por el ardor de su carne, para pronto asomar medio cuerpo a través de una u otra ventana y lanzar miradas lujuriosas hacia todos los lados para ver si encuentra a aquel que tenga lo que pueda satisfacer los deseos de su carne lujuriosa y ardiente?

50. Y si lo ve, le mostrará lo que desea mediante el ardor frívolo de sus ojos, y pecará apasionadamente y diez veces más con él, que una ramera con sus amantes en el lecho de la vergüenza.

51. Oh laodicenses, ved, ¡esto es vuestra imagen! — ¿Sabéis lo que hará el novio honrado aspirante a desposarse con tal mujer cuando pase por su casa y la descubra en su lujuria vergonzosa?

52. ¡Él la despachará inmediatamente de su corazón y de su boca, y no la volverá a mirar, aun si ella cayera en la mayor miseria!

53. Lo mismo os hará el Señor; porque Él ha edificado un Templo nuevo y vivo en vuestros corazones donde deberíais esperarle; pero vosotros despreciáis este Templo, este lugar sagrado y, por pura sensualidad mundana, corréis a la ventana del juicio y queréis coquetear con el mundo — por oro, reputación y ambición de poder, ya que anheláis todo esto.

54. Pero yo os digo: El Señor se retirará y os dejara a la merced de todo meretricio, de la antigua condenación y muerte — si es que no retornáis inmediatamente y no abandonáis por completo vuestro sacerdocio autoelegido, vuestro templo, vuestros días festivos y vuestras vestiduras adornadas; porque todo esto es un horror ante el Señor al igual que una meretriz que arde en su carne y que en su corazón es peor que diez rameras babilónicas. —

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