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Capítulo 3 Carta a Laodicea

Pablo pide que destruyan el nuevo templo, eliminen el día feriado, destituyan al falso obispo y sus siervos y que regresen a la adoración en el espíritu.

36. A vosotros, señores que sois los empleadores, os digo que tengáis en cuenta que vuestros esclavos y servidores también son vuestros hermanos ante el Señor. Por eso atendedlos siempre como es justo ante el Señor! ¡Dadles el salario que les corresponde a la hora justa, y eso con amor en Cristo, y sed conscientes de que todos tenemos a un Señor en el Cielo: a Cristo, el Dios Santo por la eternidad!

37. ¡No dejéis de dedicaros a la oración, y expresad vuestro agradecimiento sin cesar —pero no con los labios, sino en el espíritu y en la Verdad con la sencillez de vuestros corazones y en la devoción verdadera en el amor hacia Cristo el Señor!

38. Al mismo tiempo orad también por mí, para que el Señor siempre quiera abrirme sus puertas hacia la Palabra viva y pueda siempre hablar ante vosotros y todos los hermanos en Cristo sobre Su gran Secreto y sobre Su Reino; porque también estoy todavía atado al mundo y soy un hombre muy corriente que sólo puede profetizar cuando el Señor abre la puerta de su Gracia.

39. ¡Que vuestro comportamiento ante cualquiera sea sencillo y sabio, también ante aquellos que no pertenecen a nuestra comunidad, como ante los judíos y gentiles! ¡No debéis juzgar a nadie —ya sea un escita (skythe), un gentil, un judío, un griego o no-griego—, sino comportaos sabiamente según el momento y la situación!

40. Que vuestras palabras, habladas a cualquiera, estén siempre sazonadas con amor y llenas de sal de la verdadera Sabiduría proveniente de Dios. De esta Sabiduría debéis sacar lo que vais a hablar con cualquiera, para que éste se entere de la gran diferencia que hay entre la Sabiduría divina y la sabiduría de los sabios del mundo.

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