Capítulo 1 | Obispo Martín |
4. Él mismo exclamó muchas veces: «Oh, Señor, ¡ten piedad de mí! Santa María, madre querida, ¡ayúdame! ¡Ten piedad de mí, portador de dignidad y merced obispal como soy, en tu honor y en él de tu Hijo! ¡No abandones a tu servidor más fiel, tú, el único salvador de todo apuro y único apoyo de todos los que sufren!». 5. Pero no había remedio; al obispo le entró un sueño muy profundo del que ya no se despertó en este mundo... |
Capítulo 1 | Vista móvil Aviso legal |