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Capítulo 2 Los Tres Días en el Templo

14. Cuando Dios entregó los mandamientos a Moisés, en el monte Sinaí casi todo el círculo de la tierra tembló, y los sucesos en el desierto duraron cuarenta años enteros, y en aquel entonces casi todo el mundo debía reconocer la omnipotencia de Jehová. Y el Mesías que ha de venir a este mundo, sin duda alguna se manifestará de modo que todo el mundo tiemble aún más violentamente, porque de Él cantó David: ¡Ensanchad y alzad las puertas del mundo para que entre el Rey de la gloria! ¿Quién es el Rey de la gloria? ¡Es el Señor Jehová, fuerte y poderoso! ¡Es el Señor Jehová poderoso en la batalla! ¡Ensanchad y alzad las puertas del mundo para que entre el Rey de la gloria! ¿Quién es el Rey de la gloria? ¡Es el Señor Zebaot! ¡Es el Rey de la gloria!

15. Y tú, simpático muchacho, tienes que comprender que el nacimiento del Mesías prometido en Belén, que ya casi se ha olvidado por completo, ha perdido su gran importancia. ¡Considera tan sólo como David le anunció y lo que había de hacer, antes de que el gran Rey de la gloria descendiere de los cielos, viniendo a los judíos; y considera también que, unos años antes, todos los judíos serán invitados, por los grandes profetas —como Elías, que antecederá al gran Rey de la gloria— a llevar a cabo lo que el gran rey David ordenó para prepararse a la impresionante llegada del Dios supremo!

16. ¡Piensa, simpático muchacho, y reflexiona sobre este particular, y comprenderá claramente que un Jehová Zebaot no viene tan fácilmente al mundo! ¡Vete y no vuelvas a preguntar semejantes cosas!

17. Acto seguido Yo hice la observación antes indicada, que impelió al hombre rico de Betania a pagar por mí el impuesto grande para continuar la discusión. De esta manera Yo tenía la posibilidad de hacer más objeciones sobre la pregunta preliminar que había hecho, y de expresar mi opinión sobre los textos del profeta Isaías referente al Mesías. Quiero mencionar que este hombre rico de Betania era uno de los pocos que según Elías no esperaban al Rey de la gloria ni en la tempestad ni en el fuego, sino en el dulce susurro del viento.

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